jueves, 23 de diciembre de 2010

El comienzo (2)

Fue duro, pero saber que el estuvo ahí para ayudarme a despedirme fue algo grato; mi madre se encontraba mejor, no tuvimos el valor de ir al panteón a darle el adiós.

-Vamonos, ya es un poco tarde- mi madre rompió el silencio.

Éramos los únicos que quedaban en la sala, pero era un alivio escuchar su voz, me le prendí de un abrazo.

-Todo estará bien ¿cierto?-le dije.

-Si- dijo, y empezó a derramar lágrimas sin cauce.

Nos dirigimos a la entrada, era extraño dejar atrás una casa vacía.
Afuera el cielo gris y el frío dejaban solo los recuerdos de días alegres que en ese momento se percibían calidos pero lejanos.
Nos subimos al coche, detrás de la caravana, y salimos a la carretera, dejando atrás todos esos carros, incluyendo al fúnebre.
Escuchaba el rodar de las llantas rozar el pavimento, solo eso, me perdía en mis pensamientos, no se en cuales, para ser sincera, todo se volvió silencio, y un carro se impacto al nuestro, un borracho se llevo de corbata el auto de adelante y el nuestro también, solo recuerdo escuchar el rechinido de las llantas y los frenos.

-oh, por Dios-

Me encontraba cayendo del cielo.

-Ahj,-

No dolió tanto como pensé, ¿Qué es esto?; todo era silencio, yo en medio de la pradera rodeada de árboles. Mi cabeza se sentía caliente, y al acercar mi mano a mi frente y luego acercarla a mis ojos sangre es lo que podía ver.
Mire hacia mi alrededor unas dos horas antes de pararme y…
(Principio de un recuerdo)


-Corre mas rápido, así no me alcanzaras nunca-dijo el
-Como si la verdad me interesara alcanzarte-
-Pues a como creo yo que son las cosas… si te interesa, y bastante-
-Anda, ya, devuélvemelo-
-¡No! Tienes que quitármelo antes-
-Pero me lo dio mi madre-
-No es cierto, te lo di yo-
-Pensé que se te había olvidado, anda, devuélvemelo, se va a romper-
-No dejaría que se rompiese por nada del mundo-

El pasto era verde y el cielo claro, un azul que no recordaba haber visto.

-Esta bien, te lo daré, pero con una condición-
-No te daré un beso-
-Y que tal si solo me tomas de la mano mientras caminamos a la caballeriza-

Se me subieron los colores al rostro,  se acerco lentamente.

-¿Si?, eso esta bien- dijo suavemente, como si a el le diera pena también

Pero aun así era un tierno tonto que me hacia parecer mas tonta por quererlo tanto, pero no era tonto por no ser listo, era un tonto por fijarse en una chica como yo, pero su error me gustaba, me gustaba sentirle cerca y que el corazón se me alborotase al acercarse el a mi.

-¿Por qué esa cara tan pinta?- en ese momento fue sarcástico
-¿Podrías dejar de ser así?-
-¿podrías tu responder mi pregunta?
-Eres un tonto, un tonto muy lindo ¿sabes?-
-Y tu eres una terca, una terca con un corazón dulce-

Como odiaba que me dijera esas cosas, cada que lo hacia mi corazón palpitaba mas rápido.
Se acostó en el pasto, Justo aun lado de mí.

-Te vas a ensuciar-
-Esta bien, ayúdame a levantarme-

Estiró su brazo y yo lo tome, pero en lugar de ayudarlo a levantarse me jaló del brazo y caí a un lado de el.

-Esto no es justo- Sentía que me robaba el aliento, su cara estaba muy cerca, sentía su aliento en la nuca.

Me di la vuelta y el tocó mi cintura (mi punto débil junto con la columna) con su mano a la distancia de su brazo, sentía que el corazón se pararía en un colapso.
¿Qué rayos esta pensando que esta haciendo?, sabía que no podía moverme, sabía como ganarme en mi propio juego.

-¿Te vas a rendir tan fácil-
No le di una respuesta, con mi mano acaricié su rostro y era como si nada pudiese pasar en ese momento.
Acerqué mi frente a la suya y cuando estuve a punto de besarlo…

-¿Qué te vas a dar por vencido tan rápido?-

Tome el collar de entre sus manos.

-Parece que me ganaste-
-Parece que si-

El quedo asombrado, nunca pensó que llegaría tan lejos para recuperar lo que era mío,no por derecho, si no por que el me lo había dado.
(fin de un recuerdo)





¿Que fue eso? ¿Un recuerdo Quizá?...

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Espero que les guste y tal vez un pétalo de rosa en el silencio les deje ver lo que otros no.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

LAGRIMAS EN EL SILENCIO (1)

Tal vez no sea el tipo de niña que esta cuerda, ¿pero...? Que mas da, cada quien tiene su forma de ser, y yo por supuesto tengo la mía, alguna vez llegue a sentirme sola, pero las cosas dieron un giro inesperado a mi vida aburrida, un doloroso giro. 



Era un día frío, la nieve en los tejados de la ciudad, íbamos a un pequeño pueblo al que visitábamos cuando se podía,(ahí no estaba nevando) pero esta vez era diferente, lagrimas hipócritas corrían por las mejillas de aquellas personas con falso lamento; como detesto que hagan eso, como la pudieron atacar tanto, y esperar tranquilamente que faltara para acabar de sacarle provecho. 
Incluso antes, en el hospital la dañaron terriblemente con sus palabras, esto no era un sueño, esto no era como aquello de lo que puedes despertar y esperar que todo vaya bien, no es de lo que puedes escapar corriendo por aquel camino por el cual las copas de los árboles se juntaban haciendo un grandioso techo, no es como aquel mundo en el que puedes esperar de todo, sufrir pero luego todo se compone.

-Llegamos, estén tranquilos, no pasa nada. Todo va a estar bien.-dijo mi padre.

Mi madre no dijo ni una sola palabra, el día anterior nos quedamos a dormir en la casa de una tía,- en su casa me asustaron una vez, y si por asustar les digo que no fue algo normal eso es así- mis padres estaban en el hospital mientras esperaban noticias sobre su mejoría, pero cuando por la noche llegadas las once me llamaron solo a mi afuera de la casa no pude evitar tener mi mente en blanco, no quería que algo malo me llegara de golpe, no era algo que pensaba escuchar, muchas veces ella se había puesto mal, pero siempre mejoraba y volvíamos a verla y abrazarla, aunque siempre veía en sus ojos un dolor inmenso por todo lo que sucedía.

Adentro la gente lloraba, y aquellos que causaron mal lloraban mas que los que en realidad la querían; no podía evitar sentir la rabia, pero mi tristeza le ganaba a las ganas de gritarles que se fueran, que no tenían derecho a actuar de esa manera, que lo único que ganaban con eso era el odio y el desprecio de los demás, por que yo no era la única que sabia lo que habían hecho, no era la única que sentía eso, poro los demás preferían guardar silencio, y yo respetaba su decisión, se me rompía e corazón al ver esa caja de madera que llamaba a la muerte con su decorado estilo neoclásico, con un distinguido emblema de una rosa y un corazón en una esquina, tallados directos, pero sigilosos entre los oyentes del rosario.
No podía respirar, no podía resistir verla, adentro de aquella caja a la que no pertenecía, al menos eso pensaba yo. Sentía un nudo en el pecho sentía que si me acercaba a su ataúd mi corazón dejaría de latir, mi ojos se llenaban de lágrimas, ni siquiera podía hablar, solo me aferraba a mi suéter.
Acabaron de rezar el rosario y yo Salí al corral que se encontraba en el patio, y me acerque a una yegua que estaba en su caballeriza, que hermosa era, al ver sus ojos me quitaba un poquito del tormento allegado a mi corazón, a ese órgano que hacia que la sangre corriese por mis venas y dejase que la vida no se me apagara, como aquella persona que quise y que aun quiero.

-Que suave cabello tienes, y mira que ojos tan bonitos- le dije como si pudiera entenderme.

Acariciaba aquella yegua, no podía dejar de pensar en mi madre, en que tal vez su dolor fuese aun mayor que el mió, en que sus lágrimas corrían silenciosas por sus mejillas, y su silencio parecía acrecentar ese sentimiento. Me hubiera gustado ver a la yegua correr por el corral, sin silla ni cuerda alguna, pensando en que tal vez no sientiera tan duro el golpe del momento, pero hasta ella estaba triste.
Pero en ese momento entendía que mi madre quisiera estar sola.
Todos estaban adentro comiendo, llorando, rezando, y haciendo todo lo típico en un momento así, y caí en cuenta de que si me marchaba nadie se daría cuenta.

-OH, bonita, OH.-

La yegua ya estaba ensillada, así que me subí, mi abuelo no la iba a necesitar, estaba adentro mirando el techo dejado caer una que otra lagrima discreta que hacia casi invisibles sus sentimientos. Alguna vez me dijo como montar, pero ya hacia muchos años, así que hice mi lucha para llegar al camino de tierra a 20 metros de la saluda del corral hacia el suroeste.
Seguí el camino que hacia tiempo recorríamos los primos y las tías para llegar al rió.
Había grandes campos para que el ganado fuera a pastar, pero aun así se veían hermosos, o al menos así los veía yo. En esta época ya no hay ganado, se lo llevan al matadero (alunas personas), mi abuelo las llevaba a pastar de la madrugada hasta la tarde.
Llegue al rió, no lo recordaba tan crecido, y las plantas a su alrededor no las recordaba tan verdes, amarre la yegua en un árbol y me senté a un lado del rió a ver el paisaje, como había pasto mi vestido no se mancho de lodo, siempre había querido lucir un vestido tan hermoso, pero este no era el momento que yo anhelaba, al menos quería que ella me pudiese ver con un vestido.
Mis manos se congelaban, empezaba a hacer frió, aunque a penas eran como las tres de la tarde.
Alguien llego por detrás y me puso un abrigo en la espalda, y se sentó a un lado de mi.

-¿Estas bien?-

-Si, pero me hace mucha falta, será difícil venir y saber que no estará en su cuarto platicando con mi mamá esperando para abrazarme luego del largo viaje, y mas difícil será saber que no podré volver a abrazarla, a platicar con ella, perdón… te aburro con mis cosas sin sentido-

-No… esta bien, es mejor hablar que guardártelo todo, a mi me hubiese gustado tener el valor para hablar con alguien cuando algo como esto me sucedió-

-No sabes que bien me hace hablar contigo, y ¿Por qué viniste? Ella no era nada de ti-

-Pero de ti si, y mis padres la conocían por las rosas del vivero de tus tíos-

Puso su brazo hasta llegar a mi hombro, y yo me deje cobijar por el como una niña indefensa que estallaría  como la noche en la que recibió la tormentosa noticia
Empecé a llorar silenciosamente para que el no se diese cuenta, no se por que, pero no quería que me viera llorar, me daba miedo, miedo saber que pudiera consolarme y llorar mas de lo que debía y hacer que ella se pusiese triste desde aquel lugar en el que se encuentra, desde aquel lugar en el que su dolor se alivio.

-Sabes… ella tenia una cara de felicidad en el ataúd- me dijo.

En ese momento las lágrimas rebasaron todo estima que les hubiese tenido, parecía que nunca se acabarían, que me encontraría llorando por siempre, sentía que el silencio me consumiría por dentro.

-No quiero, no quiero que ella se vaya, la voy a extrañar demasiado, no…no…no…- lo dije en voz mas alta.

No pude acabar la frase, se me olvido lo que iba a decir. Quería ahogarme en gritos de angustia, pero eso no lo haría ser más llevadero.

-Se la van a llevar en 10 minutos al panteón, ¿No quieres despedirte de ella?-

-Si…-

Nos levantamos y el me dio un fuerte abrazo, hace tiempo que no me abrazaba, hace tiempo que no nos veíamos mas que en sueños.
Desato a la yegua del árbol y cada quien se subió a su caballo.
Entramos por la puerta de atrás (la del corral). Y seguimos hasta la sala.
Ahí estaba ella, lo tome fuertemente de la mano pera darme valor y le di el único adiós que podría ser eterno, sentí que se me fue el aliento, y llore mas luego, pero si, su cara tenia un gran alivio, una gran felicidad, y no fue por los de la morgue, así se despidió en el hospital, con una desgarradora sonrisa para los que la veían.

Así empezó el cuento, el cuento de una vida que empezaba a cambiar.