LAGRIMAS EN EL SILENCIO (1)

 Tal vez no sea el tipo de niña que esta cuerda, ¿pero...? Que mas da, ca
da quien tiene su forma de ser, y yo por supuesto tengo la mía, alguna vez llegue a sentirme sola, pero las cosas dieron un giro inesperado a mi vida aburrida, un doloroso giro. 
Era un día frío, la nieve en los tejados de la ciudad, íbamos a un pequeño pueblo al que visitábamos cuando se podía, (ahí no estaba nevando) pero esta vez era diferente, lagrimas hipócritas corrían por las mejillas de aquellas personas con falso lamento; como detesto que hagan eso, como la pudieron atacar tanto, y esperar tranquilamente que faltara para acabar de sacarle provecho. 
Incluso antes, en el hospital la dañaron terriblemente con sus palabras, esto no era un sueño, esto no era como aquello de lo que puedes despertar y esperar que todo vaya bien, no es de lo que puedes escapar corriendo por aquel camino por el cual las copas de los árboles se juntaban haciendo un grandioso techo, no es como aquel mundo en el que puedes esperar de todo, sufrir pero luego todo se compone.

-Llegamos, estén tranquilos, no pasa nada. Todo va a estar bien.-dijo mi padre.

Mi madre no dijo ni una sola palabra, el día anterior nos quedamos a dormir en la casa de una tía,- en su casa me asustaron una vez, y si por asustar les digo que no fue algo normal eso es así- mis padres estaban en el hospital mientras esperaban noticias sobre su mejoría, pero cuando por la noche llegadas las once me llamaron solo a mi afuera de la casa no pude evitar tener mi mente en blanco, no quería que algo malo me llegara de golpe, no era algo que quisiera escuchar, muchas veces ella se había puesto mal, pero siempre mejoraba y volvíamos a verla y abrazarla, aunque siempre veía en sus ojos un dolor inmenso por todo lo que sucedía.

Adentro la gente lloraba, y aquellos que causaron mal lloraban mas que los que en realidad la querían; no podía evitar sentir la rabia, pero mi tristeza le ganaba a las ganas de gritarles que se fueran, que no tenían derecho a actuar de esa manera, que lo único que ganaban con eso era el odio y el desprecio de los demás. Yo no era la única que sabia lo que le  habían hecho, no era la única que sentía eso, pero los demás preferían guardar silencio, y yo respetaba su decisión.
Se me rompía e corazón al ver esa caja de madera que llamaba a la muerte con su decorado estilo neoclásico, con un distinguido emblema de una rosa y un corazón en una esquina, tallados directos, pero sigilosos entre los oyentes del rosario.
No podía respirar, no podía resistir verla, adentro de aquella caja a la que no pertenecía, al menos eso pensaba yo. Sentía un nudo en el pecho, que si me acercaba a su ataúd mi corazón dejaría de latir; mis ojos se llenaban de lágrimas, ni siquiera podía hablar, solo me aferraba a la falda del vestido.
Acabaron de rezar el rosario y yo Salí al corral que se encontraba en el patio, y me acerque a una yegua que estaba en su caballeriza, que hermosa era, al ver sus ojos me quitaba un poquito del tormento allegado a mi corazón, a ese órgano que hacia que la sangre corriese por mis venas y dejase que la vida no se me apagara, como aquella persona que quise y que aun quiero.

-Que suave cabello tienes, y mira que ojos tan bonitos- le dije como si pudiera entenderme.
Acariciaba aquella yegua, no podía dejar de pensar en mi madre, en que tal vez su dolor fuese aun mayor que el mió, en que sus lágrimas corrían silenciosas por sus mejillas, y su silencio parecía acrecentar ese sentimiento.
Pero en ese momento entendía que mi madre quisiera estar sola.
Todos estaban adentro comiendo, llorando, rezando, y haciendo todo lo típico en un momento así, y caí en cuenta de que si me marchaba nadie se daría cuenta.

-OH, bonita, OH.-

La yegua ya estaba ensillada, así que me subí, mi abuelo no la iba a necesitar, estaba adentro mirando el techo,+ dejado caer una que otra lagrima discreta que hacia casi invisibles sus sentimientos. Alguna vez me dijo como montar, pero ya hacia muchos años, así que hice mi lucha para llegar al camino de tierra a 20 metros de la saluda del corral hacia el suroeste.
Seguí el camino que hacia tiempo recorríamos los primos y las tías para llegar al rió.
Había grandes campos para que el ganado fuera a pastar, pero aun así se veían hermosos, o al menos así los veía yo. En esta época ya no hay ganado, se lo llevan al matadero (alunas personas), mi abuelo las llevaba a pastar de la madrugada hasta la tarde.
Llegue al rió, no lo recordaba tan crecido, y las plantas a su alrededor no las recordaba tan verdes, amarre la yegua en un árbol y me senté a un lado del rió a ver el paisaje, como había pasto, mi vestido no se mancho de lodo, siempre había querido lucir un vestido tan hermoso, pero este no era el momento que yo anhelaba, me hubiera gustado que ella me hubiera podido ver con un vestido.
Mis manos se congelaban, empezaba a hacer frió, aunque a penas eran como las tres de la tarde.
Alguien llego por detrás y me puso un abrigo en la espalda, y se sentó a un lado de mí.

-¿Estas bien?- pregunto

podia evitar responderle como si estuviera yo sola, hablando conmigo.

-No… esta bien, es mejor hablar que guardártelo todo, a mi me hubiese gustado tener el valor para hablar con alguien cuando algo como esto me sucedió-
-No sabes que bien me hace hablar contigo, y ¿Por qué viniste? Ella no era nada de ti-
-Pero de ti si, y mis padres la conocían por las rosas del vivero de tus tíos-

Puso su brazo hasta llegar a mi hombro, y yo me deje cobijar por el como una niña indefensa que estallaría  como la noche en la que recibió la tormentosa noticia
Empecé a llorar silenciosamente para que el no se diese cuenta, no se por que, pero no quería que me viera llorar, me daba miedo, miedo saber que pudiera consolarme y llorar mas de lo que debía y hacer que ella se pusiese triste desde aquel lugar en el que se encuentra, desde aquel lugar en el que su dolor se alivio.

-Sabes… ella tenia una cara de felicidad en el ataúd- me dijo.

En ese momento las lágrimas rebasaron todo estima que les hubiese tenido, parecía que nunca se acabarían, que me encontraría llorando por siempre, sentía que el silencio me consumiría por dentro.

-No quiero, no quiero que ella se vaya, la voy a extrañar demasiado, no…no…no…- lo dije en voz mas alta.
No pude acabar la frase, se me olvido lo que iba a decir. Quería ahogarme en gritos de angustia, pero eso no lo haría ser más llevadero.

-Se la van a llevar en 10 minutos al panteón, ¿No quieres despedirte de ella?-

-Si…-
               
Nos levantamos y el me dio un fuerte abrazo, hace tiempo que no me abrazaba, hace tiempo que no nos veíamos mas que en sueños.
Desato a la yegua del árbol y cada quien se subió a su caballo.
Entramos por la puerta de atrás (la del corral). Y seguimos hasta la sala.

Ahí estaba ella, lo tome fuertemente de la mano pera darme valor y le di el único adiós que podría ser eterno, sentí que se me fue el aliento, y llore mas luego, pero si, su cara tenia un gran alivio, una gran felicidad, y no fue por los de la morgue, así se despidió en el hospital, con una desgarradora sonrisa para los que la veían.






------Así empezó el cuento, el cuento de una vida que empezaba a cambiar.------

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