jueves, 14 de julio de 2011

Un camino (5)

Me levanté, mi espalda baja dolía, pero no podía seguir ahí más tiempo.
Seguí el camino que me dieron las estrellas, aquel sendero de tierra y hierbas entre el espeso bosque.
El amanecer se asomó de entre los árboles, ya no sentía las piernas, estaba muy cansada, la sed recorrió mi garganta fuertemente, al sol le crecieron los rayos y me atormentaba con el calor intenso.
No creí que fuera algo normal en la temporada, sin embargo el cielo se oscureció rápidamente y azotando con el viento amenazaba llevarme consigo.
No tenía las fuerzas para resistirme, pero no me iba a dar por vencida.
Recordé una poesía, la escribí en algún momento, pero no recordaba dónde ni cuando, esto empezaba a molestarme, no es que desde un principio no lo hiciera, pero no recordar algo tan simple como el rostro de mi madre era algo imperdonable.

––Diana…Diana…Diana…

Un escalofrío recorrió mi nuca, era una voz sepulcral de aquellas que piensas que si ignoras desaparecerá de repente; y yo esperaba tal cosa.
La primera gota de lluvia se asomó por mi mejilla, en cuestión de segundos arreció una tormenta, la cual debilitaba cada vez mas la fuerza que me quedaba.
¿Por qué hago esto?, ¿Por qué esa voz?, ¿Por qué… Por qué…Por qué todo esto?
Las preguntas estaban saliendo de mi mente frágiles y testarudas, quería saber las respuestas, pero éste no era el momento.
—Poom!!
Qué golpe tan grande me llevé al caer de rodillas resbalándome por el lodo, pero al estar ahí por alguna razón quise recostarme y mirar el cielo, tal vez por que no podía seguir así de cansada o por que quería ver si ahí había otra razón por la que debiera seguir mi camino.

Deja caer tu canto,
Sigue tal vez pisadas,    
Mira aquel camino,
Síguelo con tu almohada.

Complejo es el silencio,
Los sueños tal vez invadan,
Tal vez todos los ríos
Pisen tu voz calmada.

Atravesé el espejo,
Toque las nubes blancas,
Ande por las praderas,
Un sueño tal vez invada.

Te abrí la pequeña puerta,
La ventana quedó cerrada,
Las rosas me gritaron,
Deja caer tu alma.

Sigue tus sueños siempre,
Mira en secreto el alba,
Reza al horizonte,
Toca a mi ventana.

Deja caer tu canto,
Sigue tal vez pisadas,
Mira aquel camino,
Toca a mi ventana…
Lairalalalala lairalalalalala
Taralalairalala
Taralalailalala

Que bella canción, una canción de cuna, me hubiera gustado decir que recordé algo mas que aquella canción, pero solo una silueta oscura y la voz de una mujer diciendo LULLABY, no entendía el significado de aquella palabra, que en aquel momento sonaba tan lejana como el horizonte.
Sentía como si un abrazó se entrometiera entre el frío del lodo, entorpeciendo mis sentidos, no podía dejar de tararear aquel ritmo que me tranquilizaba, no quería perder aquella sensación de cariño.
En ese momento en que sientes cariño pero te das cuenta de que solo estas tu, cuando te percatas del verdadero valor de la soledad, dejando recorrer las lagrimas aquel llanto que alguna vez sentiste, te das cuenta de que nunca dolió tanto como en este momento.
Mis brazos extendidos en el suelo, mis ojos giraron junto con mi cabeza para ver la magnificencia de una mariposa azul, como mi vestido, no había visto algo más hermoso, pero otro pensamiento interrumpió el primero, y en el vacío de entre los árboles dibujé nítidamente el rostro de aquel joven de ojos claros y labios delicados.
En ese momento, cuando mi frustración comenzaba a acrecentar, ese pensamiento calmo una amenaza, a mí.
(No tenía la mínima idea por la cual me refería a mi misma como una amenaza, por alguna razón mi inconciente me lo dictó de esa manera).
La mariposa se hizo llamas sobre mis nudillos, el fuego no quemaba, y ante mi la mariposa se convirtió en un collar de plata, con un corazón de rubí incrustado y una pequeña y a penas predecible silueta de aquella criatura que me hizo el precioso regalo.

Y en ese preciso instante me pregunté:

¿Qué haría una mariposa en la lluvia, con las alas mojadas?

Ellas no salen en la lluvia son presa fácil, como yo, débil y solitaria.