viernes, 11 de noviembre de 2011

Las galletas (7)editado!!


Se me entumían las manos, hacía demasiado frío. Lavé lo que pude del vestido y me puse solo el fondo, mis labios eran color lavada pálido.
Traté de dormir en una esquina dónde no circulaba mucho el  viento. 
Desde ahí mire al hada, personificación precisa del encanto del hielo, mientras se deshacía en su gélido pero esplendoroso mar de llanto, mis ojos se cerraron poco a poco, víctimas del cansancio y mis oídos difuminaron el sonido del agua incesante, lentamente hasta perderlo.
>>Que lindas se veían las hojas de los árboles con el roció.
Parecía que las hadas se habían tomado demasiado tiempo el día de hoy para lograr tan magnífico resultado. Toda la noche la lluvia atormentó el techo de la casa; las goteras llenaban cada lugar, al igual que los recipientes para las delicadas gotas. La casa de la abuela tenía ese olor tan indescriptible, me tranquilizaba estar ahí.

— ¿Quieres un poco de chocolate caliente? Le he hecho especialmente para esta ocasión, ya que hace frió y es perfecto para contar historias.

— ¿Historias de que tipo? ¿De terror? Me encanta escuchar y contar historias.

—Ah y para estas ocasiones quien mas que nosotras.

Mi querida abuela se encontraba sentada en una gran mecedora de madera,  a espaldas de la ventana, justo a un lado de esta; yo me encontraba viendo la ventana, esperando que llegara el para que conociera a mi segunda madre. Miré a mi derecha.

— ¿También quieres una taza? No necesitas ir tú, puedo hacerlo yo.

—Gracias. Si, también quiero una, me encanta la sensación de calidez.



—Voy por ellas, ahora mismo las traigo.

Me dirigí por la izquierda a la cocina, en el horno se encontraban unas galletas, hace rato que estaban en el horno, revisé que tan cocidos estaban pero aún no era tiempo.

—Casi están listas… Mami no veo las tazas.

—Están en la alacena, en el cajón de en medio.

—Ya las vi. ¿Quiere su chocolate con canela?—Le dije mientras escogía 3 tazas color negro de la alacena.

Alcanzaba a ver mi reflejo en su esmalte. Me apuré a servir el chocolate humeante y ponerlas sobre una charola. El olor era embriagante, delicioso.

—Toc… toc… toc…

— ¿Quién es?- Preguntó mi abuela desde la mecedora.

—Soy de la escolta real.

—Abuela, no se apure, yo abro.

Coloqué la charola en la mesa de centro y puse la coperta¹ sobre el regazo de mi querida abuela, con sus canas plateadas, sus pupilas dejaban ver que el tiempo no pasa en vano por el cause de la vida. Me miraba fijamente, sus ojos eran de un negro profundo (así lo sentía yo), le acomodé el cabello detrás de la oreja y me apresuré hacia la puerta.

—Hola…

—Hola. ¡Felicidades! Te traje un pequeño regalo.

Me sentía terriblemente nerviosa, traía puesto su uniforme, se acercó lentamente y me abrazó delicadamente, estaba feliz de que hubiera podido venir, no todos mis cumpleaños puede, siempre está trabajando.

—Bueno, pasen se van a helar ahí afuera— dijo la abuela desde la mecedora.

— ¡Si!—hubo una pequeña pausa mientras entrábamos al calor de la vivienda— ¿Quieres una taza de chocolate caliente?—Le dije mientras se sentaba en el sillón que daba a la chimenea del lado izquierdo a la mecedora— Puedes tomarla de la mesa de centro— Me dirigí hacia la cocina.

—Si, me sería grato.

Miré a través del vidrio del horno, las galletas estaban listas. Abrí la puerta, y saqué la charola con cuidado, los guantes de cocina eran muy acolchonados. Con el volteador las puse en un plato redondo color blanco. Tomé tres platos pequeños.

— Las galletas están listas.

Puse el plato en la mesa de centro,  tomé una taza y en el platito pequeño situé  tres galletas de chocolate, que delicia, se me hacía agua la boca. Me levante e hice lo mismo para mi abuela.

—Gracias hija— Las arrugas hacían surcos por su piel, como el agua cuando pasa mucho tiempo por el mismo lugar.

Me senté a un lado de el, con mi taza entre las manos, para calentarme, llevaba puesto un pantalón negro de mezclilla entubado, una gruesa chaqueta y unos zapatos verdes de tacón al igual que mi camisa.

—Ten, es para ti— extendió su mano hacia mi,  entregándome una caja de música. —Espero que te guste.

— ¡Gracias, es hermosa!—Estaba emocionada.

—Ábrela…—Le notaba un poco tímido.

—OH. Que hermoso, y la melodía… me encanta, en serio.

Al abrir la caja me encontré con un collar con un dije de cordis², la melodía me atrapaba en un espiral tranquilo y ceremonioso, tal como las hojas caen en otoño, pero pensé: Suena a estrellas. No tengo la menor idea de por que me sonaba de tal modo, pero me tambaleaba al escucharle.

—Déjame ver, me parece conocido el diseño— agregó mi abuela desde su mecedora, que se tambaleaba despacio con sus pies, tomando la kraga*entre sus manos — ¿Dónde lo conseguiste?

—Es de una herencia que me dejó mi abuela, me dijo que era para “ella”, así que supuse a quien.

—OH. — La cara de mi abuela denotaba extrañeza.

Tome un poco de chocolate y me llevé una galleta a la boca. Me parecía extraña aquella conversación, mi abuela no se llena de curiosidad con cualquier cosa.
Los ojos de ambos brillaban se una manera escalofriante, como un reto, pero con un aire de gracias. Todo esto me tenia impaciente.

—Y ¿Por qué no festejaste en el castillo, con tus padres?— Dijo el expresando que daba fin a esa conversación.

—Ammm pues… mis padres tuvieron que hacer un viaje, y no me quise quedar ahí, preferí venir aquí, quise invitar a Carmen, pero no pudo presentarse, mis otros abuelos tampoco pudieron y mi avus³ se quedó dormido hace una hora en su cuarto. Vaya explicación ¿No?...

—Muchas cosas, demasiadas.

—Hija, me iré a dormir, me siento muy cansada, pero quédense aplaticar. — Dio un especial énfasis a la palabra platicar.

—Si, ¿Quieres que te acompañe a tu cuarto?

—No gracias, estoy bien.

Se dirigió a su recamara lentamente, subiendo por las escaleras, éstas crujían descaradamente, haciendo que la casa pareciese aún más vieja de lo que era.
El me tomó la mano derecha y la besó al tiempo que se acercaba un poco más a mí.

—Eres… eres… desesperante, ¿Cómo puedes actuar de una manera tan cortés y cuando nos vemos solos cambias totalmente de personalidad?

—Pues… cuando estamos solos nada me detiene para ser un romántico, aunque a veces pienso que es mejor no estar así…

—Creo que nunca entenderé lo que piensas,  tal vez es por que no lo  dejas claro.

— ¿Quieres saber lo que pienso ahora?— Bajó su tono notablemente y se acerco a mi oído, con su nariz tocó mi oreja y susurro con sus cálidos labios al tiempo que yo deseaba no estar en esa situación.

—No entiendo lo que dices, me pones nerviosa… además se acalambra mi mano…

—Estas sobreactuando… lo que dije fue que quiero robarme un beso de tus dulces labios.

—No…—No quería responder— me estresa tu terquedad.  Además es peligroso, recuerda que hay dos lunas menguantes el  día de hoy.

—No me importa.

No podía respirar bien, la situación era raramente cálida, incomoda.

—Pero a mi si. Mejor cuéntame una historia de terror.

— ¿Cual quieres oír?

—La que quieras contarme. —Era reconfortante que cambiara el tema tan rápido, me pregunto qué panearía.

—Pues tendrás que escuchar completa esta leyenda, si terror quieres, terror tendrá. No habrá misericordia. Pero cuando te acerques temblando a mis brazos te diré “Es peligroso, hay dos lunas menguantes”. — Una risa atenuó la situación, supongo que ya no era una buena idea esto de las historias.
Una luz me despertó.



Coperta¹ (Italiano)- Cobija
Cordis² (latín)- Corazón
Kraga* (Islandés)- Collar
Avus³ (Latín)- abuelo