viernes, 11 de noviembre de 2011

Las galletas (7)editado!!


Se me entumían las manos, hacía demasiado frío. Lavé lo que pude del vestido y me puse solo el fondo, mis labios eran color lavada pálido.
Traté de dormir en una esquina dónde no circulaba mucho el  viento. 
Desde ahí mire al hada, personificación precisa del encanto del hielo, mientras se deshacía en su gélido pero esplendoroso mar de llanto, mis ojos se cerraron poco a poco, víctimas del cansancio y mis oídos difuminaron el sonido del agua incesante, lentamente hasta perderlo.
>>Que lindas se veían las hojas de los árboles con el roció.
Parecía que las hadas se habían tomado demasiado tiempo el día de hoy para lograr tan magnífico resultado. Toda la noche la lluvia atormentó el techo de la casa; las goteras llenaban cada lugar, al igual que los recipientes para las delicadas gotas. La casa de la abuela tenía ese olor tan indescriptible, me tranquilizaba estar ahí.

— ¿Quieres un poco de chocolate caliente? Le he hecho especialmente para esta ocasión, ya que hace frió y es perfecto para contar historias.

— ¿Historias de que tipo? ¿De terror? Me encanta escuchar y contar historias.

—Ah y para estas ocasiones quien mas que nosotras.

Mi querida abuela se encontraba sentada en una gran mecedora de madera,  a espaldas de la ventana, justo a un lado de esta; yo me encontraba viendo la ventana, esperando que llegara el para que conociera a mi segunda madre. Miré a mi derecha.

— ¿También quieres una taza? No necesitas ir tú, puedo hacerlo yo.

—Gracias. Si, también quiero una, me encanta la sensación de calidez.



—Voy por ellas, ahora mismo las traigo.

Me dirigí por la izquierda a la cocina, en el horno se encontraban unas galletas, hace rato que estaban en el horno, revisé que tan cocidos estaban pero aún no era tiempo.

—Casi están listas… Mami no veo las tazas.

—Están en la alacena, en el cajón de en medio.

—Ya las vi. ¿Quiere su chocolate con canela?—Le dije mientras escogía 3 tazas color negro de la alacena.

Alcanzaba a ver mi reflejo en su esmalte. Me apuré a servir el chocolate humeante y ponerlas sobre una charola. El olor era embriagante, delicioso.

—Toc… toc… toc…

— ¿Quién es?- Preguntó mi abuela desde la mecedora.

—Soy de la escolta real.

—Abuela, no se apure, yo abro.

Coloqué la charola en la mesa de centro y puse la coperta¹ sobre el regazo de mi querida abuela, con sus canas plateadas, sus pupilas dejaban ver que el tiempo no pasa en vano por el cause de la vida. Me miraba fijamente, sus ojos eran de un negro profundo (así lo sentía yo), le acomodé el cabello detrás de la oreja y me apresuré hacia la puerta.

—Hola…

—Hola. ¡Felicidades! Te traje un pequeño regalo.

Me sentía terriblemente nerviosa, traía puesto su uniforme, se acercó lentamente y me abrazó delicadamente, estaba feliz de que hubiera podido venir, no todos mis cumpleaños puede, siempre está trabajando.

—Bueno, pasen se van a helar ahí afuera— dijo la abuela desde la mecedora.

— ¡Si!—hubo una pequeña pausa mientras entrábamos al calor de la vivienda— ¿Quieres una taza de chocolate caliente?—Le dije mientras se sentaba en el sillón que daba a la chimenea del lado izquierdo a la mecedora— Puedes tomarla de la mesa de centro— Me dirigí hacia la cocina.

—Si, me sería grato.

Miré a través del vidrio del horno, las galletas estaban listas. Abrí la puerta, y saqué la charola con cuidado, los guantes de cocina eran muy acolchonados. Con el volteador las puse en un plato redondo color blanco. Tomé tres platos pequeños.

— Las galletas están listas.

Puse el plato en la mesa de centro,  tomé una taza y en el platito pequeño situé  tres galletas de chocolate, que delicia, se me hacía agua la boca. Me levante e hice lo mismo para mi abuela.

—Gracias hija— Las arrugas hacían surcos por su piel, como el agua cuando pasa mucho tiempo por el mismo lugar.

Me senté a un lado de el, con mi taza entre las manos, para calentarme, llevaba puesto un pantalón negro de mezclilla entubado, una gruesa chaqueta y unos zapatos verdes de tacón al igual que mi camisa.

—Ten, es para ti— extendió su mano hacia mi,  entregándome una caja de música. —Espero que te guste.

— ¡Gracias, es hermosa!—Estaba emocionada.

—Ábrela…—Le notaba un poco tímido.

—OH. Que hermoso, y la melodía… me encanta, en serio.

Al abrir la caja me encontré con un collar con un dije de cordis², la melodía me atrapaba en un espiral tranquilo y ceremonioso, tal como las hojas caen en otoño, pero pensé: Suena a estrellas. No tengo la menor idea de por que me sonaba de tal modo, pero me tambaleaba al escucharle.

—Déjame ver, me parece conocido el diseño— agregó mi abuela desde su mecedora, que se tambaleaba despacio con sus pies, tomando la kraga*entre sus manos — ¿Dónde lo conseguiste?

—Es de una herencia que me dejó mi abuela, me dijo que era para “ella”, así que supuse a quien.

—OH. — La cara de mi abuela denotaba extrañeza.

Tome un poco de chocolate y me llevé una galleta a la boca. Me parecía extraña aquella conversación, mi abuela no se llena de curiosidad con cualquier cosa.
Los ojos de ambos brillaban se una manera escalofriante, como un reto, pero con un aire de gracias. Todo esto me tenia impaciente.

—Y ¿Por qué no festejaste en el castillo, con tus padres?— Dijo el expresando que daba fin a esa conversación.

—Ammm pues… mis padres tuvieron que hacer un viaje, y no me quise quedar ahí, preferí venir aquí, quise invitar a Carmen, pero no pudo presentarse, mis otros abuelos tampoco pudieron y mi avus³ se quedó dormido hace una hora en su cuarto. Vaya explicación ¿No?...

—Muchas cosas, demasiadas.

—Hija, me iré a dormir, me siento muy cansada, pero quédense aplaticar. — Dio un especial énfasis a la palabra platicar.

—Si, ¿Quieres que te acompañe a tu cuarto?

—No gracias, estoy bien.

Se dirigió a su recamara lentamente, subiendo por las escaleras, éstas crujían descaradamente, haciendo que la casa pareciese aún más vieja de lo que era.
El me tomó la mano derecha y la besó al tiempo que se acercaba un poco más a mí.

—Eres… eres… desesperante, ¿Cómo puedes actuar de una manera tan cortés y cuando nos vemos solos cambias totalmente de personalidad?

—Pues… cuando estamos solos nada me detiene para ser un romántico, aunque a veces pienso que es mejor no estar así…

—Creo que nunca entenderé lo que piensas,  tal vez es por que no lo  dejas claro.

— ¿Quieres saber lo que pienso ahora?— Bajó su tono notablemente y se acerco a mi oído, con su nariz tocó mi oreja y susurro con sus cálidos labios al tiempo que yo deseaba no estar en esa situación.

—No entiendo lo que dices, me pones nerviosa… además se acalambra mi mano…

—Estas sobreactuando… lo que dije fue que quiero robarme un beso de tus dulces labios.

—No…—No quería responder— me estresa tu terquedad.  Además es peligroso, recuerda que hay dos lunas menguantes el  día de hoy.

—No me importa.

No podía respirar bien, la situación era raramente cálida, incomoda.

—Pero a mi si. Mejor cuéntame una historia de terror.

— ¿Cual quieres oír?

—La que quieras contarme. —Era reconfortante que cambiara el tema tan rápido, me pregunto qué panearía.

—Pues tendrás que escuchar completa esta leyenda, si terror quieres, terror tendrá. No habrá misericordia. Pero cuando te acerques temblando a mis brazos te diré “Es peligroso, hay dos lunas menguantes”. — Una risa atenuó la situación, supongo que ya no era una buena idea esto de las historias.
Una luz me despertó.



Coperta¹ (Italiano)- Cobija
Cordis² (latín)- Corazón
Kraga* (Islandés)- Collar
Avus³ (Latín)- abuelo

lunes, 15 de agosto de 2011

La Caverna (6) editado!!



Tomé con fuerza aquel cordis¹ y me levanté del suelo a pesar del clima, mis ojos ardían por el viento, pero di gracias por dejar de llorar, las nubes seguían oscuras y el cielo aún sollozaba.




Seguí el sendero, hace tiempo que no escuchaba más voz que mi pensamiento; hice un corazón con mis manos y miré a través de el hacia todos lados, bajé las manos al ver que la luna se asomaba de entre la nubes, los helechos seguían bailando al ritmo de la pioggia², moviéndose con la luna, aquella que siempre te sigue y encuentra dónde quiera que te escondas, un movimiento irregular de ideas llamó mi atención y seguí deambulando.
El camino se veía cada vez más largo, y la lluvia parecía cada vez más fuerte, mi cabeza no dejaba de dar vueltas por todos lados, tenía que descansar.
El piso empezó a ceder ante mi y el vacío entro como cobijo a mis pies aterrizando en un pelaje sedoso con un olor penetrante, me parecía familiar sin embargo. Bajé del sitio con extremo cuidado pensando que algo peligroso podría ser no hacerlo.
Una gigantesca bestia de colmillos afilados se encontraba durmiendo, de pelaje rubio, orejas largas y onduladas.
Había una luz especial, como si saliese del fondo del agua en el término de la caverna. Dirigí mí vista hacia arriba y solo se apreciaba un hoyo del cual caía aun un poco de polvo y tierra.
Me encontraba mojada, sucia, en un hoyo, con una stvorenge³ que podría comerme en cualquier momento y en ese momento en verdad me encontraba abierta a sugerencias.
Ahí si que hacía demasiado frío, podía ver mi aliento como un vapor ligero saliendo de mi boca; me abrasé y me hice un ovillo lo más lejos posible de la stvorenge³, un sollozo se escuchaba desde ahí, y una silueta halada contrastaba con la luz.
Me acerqué con sumo cuidado y alcancé a divisar a una mujer, como de mi altura, sentada sobre el agua. Me quité los zapatos para poder llegar hasta ahí y ver si podía hacer algo por ella.
Al tocar el agua ésta comenzó a congelarse haciendo un camino hasta ella rodeándola de frigidez, al estar lo suficientemente cerca de ella, como a dos metros de la orilla pude definir sus rasgos, su cabello blanco con tenues destellos azules, un vestido negro con tirantes plateados, haciendo una red alrededor de su pecho cuello y hombros, sus ojos, Dios mío, sus ojos eran violetas, en la cabeza llevaba puesta una corona de flores rojas color negro, en su espalda, frágiles y silenciosas se difuminaban unas alas negras casi transparentes, con un etéreo brillo plateado; su cabello era ondulado, le llegaba ocho dedos debajo de los hombros, enmarcando su bella cara de forma diamante y sus rasgos delicados y sutiles, una nariz pequeña, muy pequeña y unos diminutos labios morados por el frío, en medio de su pecho se apreciaba un lunar de luna menguante, miré el gélido entorno, de las paredes brotaba una delgada capa de agua, se limpiaba las lágrimas con sus pequeñas manos, parecía que se esforzaba mucho en no producir sonido alguno. Un olor a jazmines brotaba del agua y la envolvía ligeramente. Me puse el cabello a ambos lados del cuello para no perder calor. Lo sentía lacio y pegajoso. Cuando llegué al lado de aquella mujer me senté a un lado de ella, no tenía idea de cómo iniciar una conversación si ella tenía la cabeza agachada, mirando sus manos, no sabía que preguntarle, ni como reaccionaría a que una intrusa en su territorio tratara de platicar, así como así si una razón propiamente antecedida, ¿que le diría?, “Hola me llamo diana y me gustaría saber en que puedo ayudarte”, no, no creo que esa sea la manera, un fárrago  de posibles preguntas me llegó en ese momento, pero ninguna iba a corde con la situación, a ver, repasemos, me encuentro en una cueva, con un hada y una criatura con colmillos amenazantes, que en cualquier momento podría matarme.

­—No puedo creer que me hayas convencido de esto, es muy tonto— Me tenía tan harta que diría que si a cualquier cosa.

—Bueno, acércate— Su mirada me tenía pendiendo de un hilo.

Me tenía con el corazón latiendo rápido, tanto que sentía mi pulso en los labios, sentía como la sangre recorría las venas diminutas de mis dedos, tan rápido que me aturdía el sonido de mi pulso.




Sus manos se deslizaron lentamente por mi rostro, mientras yo trataba de no mirarle los ojos, creía que si lo miraba algo malo sucedería. Su pulgar rozó mi labio inferior mientras su cara se acercaba lentamente a mi, “maldito seas, maldito”, no podía evitar maldecirlo, mi confusión era demasiada, no podía creer que me había convencido, pero el idiota no quería regresarme el collar, ah como le encantaba robarme las cosas para luego hacer un intercambio que nunca sucedía, pero que en esta ocasión si le había funcionado.

—Solo es un beso, tranquilízate, respira profundo— Estaba tan cerca que su voz me daba escalofríos, hacía que temblara y me llenara de su siempre delicioso olor a canela y menta.

Probablemente mi cara parecía una manzana madura en esos momentos. A penas podía articular palabras, y éstas salían como un hilo.

—Eres un tonto si crees que es por algo mas que por la kraga¹*, eres desesperante, y tu olor… tu olor…— En ese momento sus labios tocaron la comisura de mi boca, me retiro de el tomándome de los hombros.

—Tienes razón, soy un tonto, pude haberte besado labbra* y no me atreví, no pude hacerlo… —me abrazó tan fuertemente que sentía como su corazón latía, fuerte, claro y aún así parecía ser el sonido mas hermoso del mundo.

Me sentía en la cárcel más tranquila, y su respiración era el sonido de la niebla entrando por debajo de la puerta nublando la vista del espejo.

Estábamos en la biblioteca, parados en frente de la mesa, sobre ella mi libro, y la silla estaba a un costado. Estaba atardeciendo y las grandes ventanas daban hacia el laberinto, tras nosotros.

—Pero…—Me costaba trabajo decirlo— aunque seas un tonto, aún así, mi corazón late rápido cuando estas conmigo.

Fijé la mirada en sus hermosos ojos, y chocamos la frente.


— ¿Disculpa?— Le dije tratando de ser amable.

—Shhh, ¿Quieres despertarla?, estás loca. — Respondió bastante rápido.

Creo que me estoy volviendo totalmente loca, una desquiciada, lo único que me falta es empezar a divagar, espera, eso ya lo estoy haciendo, Si estoy loca.
La manera en la que sollozaba silenciosamente me parecía extraña, como si quisiera que ni el viento se diera cuenta.
Pero… que mas da.
Me retiré de ahí, siguiendo el camino gélido, y luego
Mi cabello ahora llegaba al fin de mi espalda. Fui al lugar que sería donde me quitaría el peso de la suciedad muerta de mis presiones, al fondo de la cueva,  me sentía apenada, me quité el vestido, y comencé a lavarme, solo entonces me di cuenta de que mis rodillas estaban raspadas, y me percaté de los arañazos de las ramas y las piedras del camino.
Reconocí una raíz que se encontraba colgando de un hilo de las ramas, servía igual que un jabón, pero su olor era extraño, no sabría como describirlo acertadamente, una mezcla de tierra mojada y hierbabuena. La luz parecía calidamente fría, daba la sensación de un espacio abierto, sin asfixia, tranquilo.









Cordis¹ Corazón (latín)
Pioggia² Lluvia (Italiano)
stvorenge³ criatura (Croata)
kraga¹* collar (islandés)
Labbra* labios (Italiano)

jueves, 14 de julio de 2011

Un camino (5)

Me levanté, mi espalda baja dolía, pero no podía seguir ahí más tiempo.
Seguí el camino que me dieron las estrellas, aquel sendero de tierra y hierbas entre el espeso bosque.
El amanecer se asomó de entre los árboles, ya no sentía las piernas, estaba muy cansada, la sed recorrió mi garganta fuertemente, al sol le crecieron los rayos y me atormentaba con el calor intenso.
No creí que fuera algo normal en la temporada, sin embargo el cielo se oscureció rápidamente y azotando con el viento amenazaba llevarme consigo.
No tenía las fuerzas para resistirme, pero no me iba a dar por vencida.
Recordé una poesía, la escribí en algún momento, pero no recordaba dónde ni cuando, esto empezaba a molestarme, no es que desde un principio no lo hiciera, pero no recordar algo tan simple como el rostro de mi madre era algo imperdonable.

––Diana…Diana…Diana…

Un escalofrío recorrió mi nuca, era una voz sepulcral de aquellas que piensas que si ignoras desaparecerá de repente; y yo esperaba tal cosa.
La primera gota de lluvia se asomó por mi mejilla, en cuestión de segundos arreció una tormenta, la cual debilitaba cada vez mas la fuerza que me quedaba.
¿Por qué hago esto?, ¿Por qué esa voz?, ¿Por qué… Por qué…Por qué todo esto?
Las preguntas estaban saliendo de mi mente frágiles y testarudas, quería saber las respuestas, pero éste no era el momento.
—Poom!!
Qué golpe tan grande me llevé al caer de rodillas resbalándome por el lodo, pero al estar ahí por alguna razón quise recostarme y mirar el cielo, tal vez por que no podía seguir así de cansada o por que quería ver si ahí había otra razón por la que debiera seguir mi camino.

Deja caer tu canto,
Sigue tal vez pisadas,    
Mira aquel camino,
Síguelo con tu almohada.

Complejo es el silencio,
Los sueños tal vez invadan,
Tal vez todos los ríos
Pisen tu voz calmada.

Atravesé el espejo,
Toque las nubes blancas,
Ande por las praderas,
Un sueño tal vez invada.

Te abrí la pequeña puerta,
La ventana quedó cerrada,
Las rosas me gritaron,
Deja caer tu alma.

Sigue tus sueños siempre,
Mira en secreto el alba,
Reza al horizonte,
Toca a mi ventana.

Deja caer tu canto,
Sigue tal vez pisadas,
Mira aquel camino,
Toca a mi ventana…
Lairalalalala lairalalalalala
Taralalairalala
Taralalailalala

Que bella canción, una canción de cuna, me hubiera gustado decir que recordé algo mas que aquella canción, pero solo una silueta oscura y la voz de una mujer diciendo LULLABY, no entendía el significado de aquella palabra, que en aquel momento sonaba tan lejana como el horizonte.
Sentía como si un abrazó se entrometiera entre el frío del lodo, entorpeciendo mis sentidos, no podía dejar de tararear aquel ritmo que me tranquilizaba, no quería perder aquella sensación de cariño.
En ese momento en que sientes cariño pero te das cuenta de que solo estas tu, cuando te percatas del verdadero valor de la soledad, dejando recorrer las lagrimas aquel llanto que alguna vez sentiste, te das cuenta de que nunca dolió tanto como en este momento.
Mis brazos extendidos en el suelo, mis ojos giraron junto con mi cabeza para ver la magnificencia de una mariposa azul, como mi vestido, no había visto algo más hermoso, pero otro pensamiento interrumpió el primero, y en el vacío de entre los árboles dibujé nítidamente el rostro de aquel joven de ojos claros y labios delicados.
En ese momento, cuando mi frustración comenzaba a acrecentar, ese pensamiento calmo una amenaza, a mí.
(No tenía la mínima idea por la cual me refería a mi misma como una amenaza, por alguna razón mi inconciente me lo dictó de esa manera).
La mariposa se hizo llamas sobre mis nudillos, el fuego no quemaba, y ante mi la mariposa se convirtió en un collar de plata, con un corazón de rubí incrustado y una pequeña y a penas predecible silueta de aquella criatura que me hizo el precioso regalo.

Y en ese preciso instante me pregunté:

¿Qué haría una mariposa en la lluvia, con las alas mojadas?

Ellas no salen en la lluvia son presa fácil, como yo, débil y solitaria.

viernes, 3 de junio de 2011

Los lobos no dejan dibujar

Si quisiera que sus ojos verdes miraran mas aya del cielo, tal vez le hubiera dado alas.
Si quisiera que sus manos tocaran, tal vez le hubiera dado un instrumento.
Si quisiera que su cabello brillara, no le habría dado un paraguas.
Si quisiera que el sonriera , le hubiera dibujado el cielo, las nubes y un sueño.
Pero los lobos fueron astutos, y no me dejaron dibujar lo que en ese entonces no podía ver, intente imaginarlo,
pero no pudo ser.
Lo extrañe mil veces, pero ya vez, asì es el lápiz, trate de borrarlo, pero la hoja no quiso, Tal vez algún día podre...

viñedo y zarzamoras

Mi corazón latía tan fuerte que solo podía ver la mesa, y en aquel plato blanco las zarzamoras.
No me imagine que en verdad cumpliría su promesa, tal vez pensé que era demasiado absurdo como para hacerse realidad.
En mi mano izquierda tenía, bien agarrado, un libro de Elena Garro, "La semana de colores".

— ¿Que lees?— Pregunto con una naturalidad escalofriante, la copa de vino relucía entre sus manos.

— ¿Que hora es?

—Pues las 2: 45— Dijo con su inconfundible cara de preocupación disfrazada de sorpresa.

—No, así se llama una narrativa del libro— le dije entre sonrisas.

—Oh—sonrió ampliamente—¿Te gusto el viñedo?, esta un poco viejo, pero produce buen vino.

— ¡Si, me encantó!-puse la mano derecha sobre la mesa sin darme cuenta, pero luego me incorporé— me gusta su arquitectura, impresionante-me puse seria.

—Tiene tal vez 150 años, se pasa por generaciones—su vista se perdió sobre mi hombro, tal vez una pena pasajera.

Tomé la cuchara y me llevé la última zarzamora congelada a la boca, dulce, con cu irresistible amarguito. Creo que el viaje a Francia fue demasiado, ojala no hubiera hecho esa promesa, ahora estaría acostada en mi cama viendo el techo. De abajo de su silla sacó algo envuelto y me lo dio, como siempre que hacía eso, evitando mi mirada.

—Para tus aficiones— me miró esperando que dijera algo.

— ¡Gracias!, ¿Como supiste que...?—Era una de mis novelas favoritas.

—Colmillo Blanco, cuando en la biblioteca mencionaste que te gustaba mucho, y lo pusiste en tu lista de "libros a comprar"- un tono rosado inundó nuestras mejillas al momento de mirarnos.

El silencio ahogaba las palabras, el sol brillaba calidamente, las 2 sillas de metal -una frente a la otra- me recordaban el bosque y las flores silvestres, al igual que la mesa de 3 patas, color verde olivo.

— ¿Quieres ir a caminar?—se llevo el brazo a la nuca, me gusta como se veía con camisa blanca de botones, se arremangaba las mangas por el calor.

—Si, —No se me ocurrió algo inteligente que decir, además quería ver el viñedo completito.

— ¿Que quieres ver primero?—sus ojos no me dejaban pensar, por suerte ya sabía a dónde quería ir.

—La bodega de barriles ¿Puedo llevar mi cámara?—era un buen sitio para fotografiar, me apetecía algo diferente.

—Esta bien, ¿Te acompaño? o prefieres ir sola- lo último parecía más una afirmación que una pregunta.

—Si quieres... si no importa—creo que mi voz estaba un poco temblorosa, a penas audible.

Me tomó de la mano, mi corazón era un humo de recuerdos y de sensaciones. Corrimos bajo la sombra de los árboles gigantes del jardín, por aquel camino de tierra sepia, mi camisa parecía un vestido corto revoloteando sobre mi short a la rodilla, lo bueno es que la mezclilla combina con la tela y el color amarillo. Dejé los libros sobre la cama, y para aquel momento el ya tenía la cámara en la mano.
Las fotos eran buenas, a mi me gustaron.

— ¿Que hora es?

—Las 5, ¿quieres comer?

—Si, la señora Francella- la cocinera- me dijo que la comida sería una sorpresa.

Esta vez comimos frente a las vides, otro juego de una mesa y dos sillas igual al del jardín.
Sus manos eran suaves, puso su brazo a mi costado y besó mi frente.

-Eres un tonto, yo no me se enamorar.-no puedo negar que me cosquilleó el estómago.

Recorrió con su palma mi frente quitándome el cabello del rostro y volvió a besarme en el mismo sitio.

—No hace falta que lo sepas, eso es algo natural, mi corazón palpita por el tuyo tanto como las cosechas a las lluvias.

— ¿Nunca escaparé de ti verdad?- Escondí mi cara bajo su brazo.

—No creo que puedas, pero si no me correspondes no insistiré más. Pero si en verdad sientes algo por mi como yo por ti puedo enseñarte el arte de viñedos y zarzamoras, hacer que te enamores con un buen libro y un paisaje.

— ¿Y que pasa si ya encontré mi paisaje favorito?

— ¿Querrías decirme cual es?

—Con una condición, quiero un sorbo de tu vino favorito.

—Esta bien.

—Cualquier paisaje que reflejen tus ojos.

—El pato a la naranja está listo— Francella gritó desde varios metros atrás.

Tocó mi nariz con su índice mientras yo apretaba mis ojos, ojala me hubiera quedado viendo el techo. Acarició mi cabello unas cuantas veces y chocó su frente con la mía. Pidió una copa de su vino favorito, yo como acordamos solo tomé un sorbo, feliz de la vida al pensar que el mismo sabor tenían sus rosados labios.

lunes, 21 de marzo de 2011

Una silla en el hospital-------------------------------------------


“Mírate, tan triste que tus lagrimas brotan por si mismas… y que has pensado sobre lo que paso ayer, cuando… te abrase… y llore en tus brazos, tus ojos se llenaron de asombro y luego se entrecerraron lentamente y me veían tiernos, jamás había sentido tal cosa y tus brazos me correspondieron y eso me hizo sentir tan feliz… toda la noche estuve pensando en eso… jamás podría dejar de sentirlo, no que yo pueda saberlo… pero no me gustaría que eso pasara, mi corazón tendría que estar lleno de sombras para que algo como eso sucediera.”
Y te acercaste lentamente y me abrazaste tan hermosamente como ayer, y luego te acercaste mas y  podía sentir tu corazón palpitante y tu aliento fresco a menta, y canela, tus labios alcanzaron los míos y … algo me invadió, como podía yo saber que  era si nunca antes me había sucedido, te apartaste de mi … bajaste la cabeza y te fuiste, dejando la puerta abierta, pero antes te detuviste para echar una mirada atrás, y verme antes de tu partida, con tus ojos llenos de tristeza melancólicos,  tu pelo era tan suave , cuando te acercaste y pude sentirlo, que se me erizo la piel  y luego se acostumbro a tu olor, que me tranquilizaba me hacia sentir segura. Yo no quería que te fueras, quería que te quedaras ahí conmigo hasta perecer en tus brazos para saber que te vería antes de partir a ese lugar en el que todos cantan y adoran, y son… felices. Pero también se que esto es muy doloroso para ti, perderme cada día mas sin saber que hacer, sintiéndote tan impotente por lo que me sucede, que cada día me convierto mas rápido en polvo, pero tu sola presencia me basta para  que no me sienta de este modo y me da mas tiempo de vida , mas luz a mis días y mas compañía en las noches, sentado en esa silla en ese cuarto, junto a esa cama, solo viéndome acostada a veces bien a veces mal, esperando un milagro en ese cuarto de hospital. La noche llego y no te veía ni una pista, afuera estaba lloviendo, mi reflejo era nublado por las gotas de lluvia, así que sin mas nada que hacer cerré mis ojos y me quede dormida, en los hospitales el tiempo soñando no existe, solo puedes dormir a medias, escuchando todo lo que pasa alrededor, con miedo de lo que pueda llegar a pasar. Un sonido me despertó y me izo sentir acompañada, otra vez tu, pero con un ramo de flores, rosas blancas y una roja en el jarrón, en el suelo había una canasta con flores de todo tipo…  se veían tan hermosas, estabas acostado a un lado de mi, pero solo con tu torso, apoyado en la cama, y sentado en la silla, esperando que me despertara, esperando noticias sobre mi estado. Abriste tus hermosos ojos y me vieron despierta sentada con mi mano en tu cabeza y acariciando tu pelo, me dejaste una sonrisa,
-Por fin te veo, estas radiante, hace mucho que no te veía tan bien como ahora. Tus ojos se ven mas radiantes que de costumbre y tu pelo ha crecido bastante desde la ultima vez que e vi despierta.
-¿Despierta?
-Si, hace un año que no abrías los ojos, nos tenías preocupados. El doctor dijo que estabas bien, ven…para cepillarte el pelo.
-Gracias.
Se acerco a la cama y se sentó en una orilla y empezó a cepillar mi pelo, lentamente, como si le causara felicidad, desde que recuerdo es así de tierno, me gusta sentirlo cerca.
Empezó a llorar de nuevo.

-Tonto, no te preocupes todo estará bien, ya veras. No hay por que preocuparse, además solo quiero que estés aquí… conmigo… cada día y cada noche… aquí… conmigo, no podría vivir mas si no veo tus ojos… ven… abrázame.
-No te pongas de pie.
-Ya… no importa solo ven.

Nunca había sentido tanto un abrazo. Recuerdo sus ojos melancólicos entrecerrados y su cabeza apoyada en la mía… pues me lleva bastante de altura. Mi cabeza le llegaba al pecho, pero aun así no era un abrazo vacío, trate de verlo a los ojos, pero tenia miedo de llorar, así que el me tomo de la barbilla y volteo mi cabeza hacia el y me beso, asi como así, sin aviso alguno, pero me dedique tan solo a cerrar mis ojos y derramar unas cuantas lagrimas de felicidad. Me dejo de besar y me siguió abrazando.

lunes, 14 de marzo de 2011

LA LUNA PENSABA EN EL (4)

Sin poder dormir, recordaba, pensaba, solo eso; llego un momento en el que no supe que paso, me quede dormida.
En mis sueños:
Volaba entre los árboles de mano de el, como si fuese entre dimensiones, una mujer quería matarnos, el cielo estaba oscuro y caían rayos, una enredadera llena de espinas es lo ultimo  que vi.
Desperté, pero el no estaba  en  ningún lado, se desvaneció sin dejar rastro, los restos de la fogata no estaban, ni las cobijas con que me tape, ni las tollas con que me seque, el árbol estaba podrido por las polillas y el lago seco.
Como si nada hubiera pasado.
Una terrible desesperación invadió mi mente, el lugar era triste y oscuro. Me senté a un lado de una piedra de frente al lago, es como tenerlo todo, pestañear y no tener nada, doloroso y confuso; estaba en shock.
No recuerdo si pasaron días, semanas, meses, no sentí el tiempo, o el viento pasar, todo era estático y tenue, sin corriente, como si se detuviera el tiempo.
Cerré mis ojos y sentí una ráfaga de viento acariciar mi rostro, un dragón se acerco, tanto , que no pude contener el aliento, se quedo observándome, dándome vueltas, mirándome.
Sus alas eran de plumas, no se notaba cuando cambiaban a escamas al llegar al tórax.
Sus ojos claros azul celeste me calmaron, me llenaron de tranquilidad y esperanza.
Hubo un viento torrencial que lo dejo todo como la catástrofe de un tiempo atrás.
 -Diamantes de roció, que rayos-me dije en la mente
¿Cómo puede ser que cosas como estas puedan pasarme a mi?, ni siquiera se si debo asustar me o entusiasmarme; el dragón me miro fijamente  a escasos 10 centímetros, cundo inesperadamente apareció un remolino color negro, con un intenso olor a azufre se llevo al dragón y este solo pudo derramar una lagrima que al tocar el suelo hizo brotar en segundos un rosal blanco,  justo en frente de mi.

Y yo de nuevo en medio de la pradera, sentada, tiritaba las gotas de roció en las flores azules que brillaban a la luz de la luna, una increíble nostalgia me llenaba el  pecho, no sabia que pensar, parecía un sueño.

Al ver fijamente la rosas me di cuenta de que no recordaba nada de mi vida, mis recuerdos solo eran a partir de ver la sangre correr por mi cabeza, me sentía mareada así que empecé a caminar para buscar algo, no se que, solo se que era algo realmente importante para mi; y se repente unas manos putrefactas comenzaron a jalarme los pies hasta tumbarme, no podía liberarme de ellas, eran demasiadas, y yo estaba débil.
Comencé a sentir una humedad en mis pie hasta llenarme el cuerpo un inmenso frió, era agua, luego de eso solo luche por salir de aquella situación tan tenebrosa, mire hacia abajo, los cuerpos estaban raídos por los animales que los habían comenzado a comer lentamente, aun tratando de llevarme los animales seguían luchando por un poco de su carne, sus cuerpos estaban ya casi en huesos, era una imagen de la muerte que en realidad hubiera preferido olvidar, y luego el, sacándome de las fauces de un terrible destino, pronunciando unas palabras y una centelleante luz llevo a esos cuerpos al la fosa mas profunda del agua, ya completamente muertos.
Creo que solo vi sus labios moverse y escuche un susurro, en ese momento aun estaba atontada, tal vez por eso no recordaba esa parte.                                                                        
Y luego esto, todo lo que ya ha sucedido.
El cielo azul me lo recordaba, sus ojos, su pelo suave a  la brisa, su tempestuosa figura, sus labios, su cuello                                                                                                                                                                                                                          , pero lo que mas recuerdo de el es su penetrante mirada, tranquila y sobre protectora.  
Tenia la impresión de que esperaba algo de mi, en la cena se veía un poco triste.

-“LO EXTRAÑO”-

Y demasiado como para quedarme aquí sentada solo viendo la luna y un campo  de estrellas que daban la impresión de brillar mas al frente de mi.

-¿Si comienzo a caminar no seria algo precipitado?, ni Siquiera se a donde ir. ¿O tal vez las estrellas y la luna me decían a donde  debería de ir? Creer  que si era lo único que podía hacer, ¿Sin recuerdos a donde podría ir?, una corazonada era mejor que caminar sin rumbo.
Pero… ¿Por que la luna?, ¿Seria que ella también pensaba en el?-
Miles de dudas me asaltaban en ese momento, así que me quede viendo el cielo para que me indicara el camino.