viernes, 28 de enero de 2011

Te odio y te amo

Odio el ridículo
Me encanta el espectáculo
Odio la fiera
Me gusta la siesta

Odio lidiar
Adoro tranquilizar
Odio tus ojos
El ver tu mirar

Odio tu pelo
Amo su color
Odio tus labios
Adoro su esplendor

Odio tus manos
Amo su suavidad
Odio tu llanto
Amo su tempestad

Odio tu nariz
Me gusta su delicadeza
Odio tu barniz
Mas amo su nobleza


Odio tu piel
Suave cual seda
Odio tu pecho
 fuerte cual piedra

Odio tu amor
amo el sentimiento
odio el dolor
que dejo el arrepentimiento


Odio tus pestañas
rizadas como viruta
odio tus alas
me traen como bruta

Odio tu sonrrisa
cual lente sin duda
odio tu tiempo
me lleva a la luna

Odio amarte
y que no lo sepas
odio quererte
en la corteza terrestre


Odio tu veneno
amo su cielo
odio tu suelo
amo el sendero

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domingo, 9 de enero de 2011

Un árbol, la luna y un lecho de estrellas (3)


Pensé que todo había acabado, cuando de pronto algo sujetó mi pie y me jalo hacia el fondo de la alguna. Una mano diferente a las otras sujetó mi muñeca y me sacó del agua; era un hombre… bastante apuesto… de ojos claros y grandes, pelo castaño y piel blanca.
Sus ojos se quedaron viendo los mis ojos, y a la orilla de la laguna me cobijó en sus brazos, una toalla y una cobija.

-Cual es tu nombre- me pregunto
-Diana- respondí, cortada y lentamente…

Una de sus manos acaricio mi pelo, luego entrelazo la otra con la mía y me ayudó a levantarme… mientras veía mis ojos suave y penetrantemente.






Estaba amaneciendo… y la luz del crepúsculo del amanecer llenó todo hueco de sombra excepto un árbol al que me llevó, coloco mantas a su alrededor y me ayudó a sentar; de frente al amanecer el cielo se entre nubló y la brisa a revoloteo el listón que tenia en mi pelo, azul, blanco y plata (el listón en trenza).
No podía hablar, estaba técnicamente petrificada por su amabilidad y su bello rostro, no entendía por que era tan amable conmigo, se sentó tras de mi abrazándome, con su pecho en mi espalda y sus brazos alrededor mió. 
No se por que, pero no podía negarme, tal vez solo tal vez, quería que me siguiera abrazando, me sentía nerviosa y a la vez tranquila… como en la montaña rusa, la sensación que da al subir y al bajar. Ni siquiera le había preguntado su nombre. Su calor era como el mió, tomo mis manos y les entrelazo con las suyas, sin dejar de abrazarme. Por un momento me sentí segura con el, cada rece con su piel lo sentía amplificado… y me quede dormida.
Un olor delicioso me despertó, no puedo creer que durmiera tanto, había llegado la noche. Frente al árbol en un pequeño sitio sin vegetación había una fogata y un ave asándose.
Me acerqué a la laguna a lavarme, no había nadie, recogí mi pelo con el listón al que me había  aferrado, que para ser precisa eran 3. Me despojé de mis ropas y me lave, la luna se reflejaba llena y pura en las aguas, de nuevo me vestí y me había olvidado de aquel joven hermoso que había visto. No lo veía por ningún lado.
Escuche un crujido proveniente del árbol, me acerque y lo vi ahí, recostado; lo entendía, seguro estaba cansado, bueno… me salvó y todavía atrapó y preparó la cena.
Subí al árbol y me senté casi junto a el, era lo más hermoso que había visto, su tranquilidad me llenaba un vacío que ni siquiera sabía que existiera.
No entendía lo que pasaba, me acerque más, a un lado de su regazo, todo era tranquilo, en silencio, me resbale -¡¡NO!! Que horror- pensé. Pero vaya mi sorpresa, no caí al suelo, el me alcanzó a sujetar de la cintura, me quedé sin habla, quedamos frente a frente,(su frente chocaba con la mía) sentía su aliento, se sentó de nuevo en la rama, pero yo con el, tan roja como una manzana.
Su mano en mi cintura me hacía quedar sin habla, era hermoso, pero al mismo tiempo me daba miedo ceder a algo de lo que tal vez me arrepentiría.
No lo podía creer, era lo más cercano al amor que había sentido y a penas lo conocía, ni si quiera me había atrevido a preguntar su nombre.
No le quería quitar los ojos de encima, como si su mirada atrapara la mía.
-Ni siquiera recuerdo su voz- pensé… y me di cuenta de que apartó su vista y me dijo con la voz más hermosa, tierna y profunda que jamás había escuchado.

-Vamos a cenar-

Yo por mi lado solo pude esbozar una sonrisa y decir:       

-Si, está bien-

Bajamos del árbol y sentados a un lado de la fogata, contemplamos las estrellas y el reflejo de la luna; cenamos, pero sin hablar, era extraño… parecía que sabía lo que pensaba, o mas extraño lo que se me ocurriría a decir.
Acabe de cenar con tanto sueño, no entiendo por que, si dormí todo el día.